La momificación en el antiguo Egipto
Los egipcios creían en la resurrección de los cuerpos después de la muerte, por eso pensaban que debían preservarlos.
Al principio creían que solo el Faraón resucitaba, luego que resucitaban todos los que podían costearse una tumba, finalmente acabaron creyendo que resucitaban todos.
Según su mitología, después de la muerte, el dios Anubis acompañaba al alma del difunto, que debía enfrentarse al juicio de Osiris.
En una báscula se pesaba su corazón (con los pecados) y una pluma. Si lo superaba, recuperaba su cuerpo y vivía eternamente en el paraíso. Por eso momificaban a sus difuntos.
El ingrediente clave de la momificación era el natrón o netjry: la sal divina. Es una mezcla de bicarbonato de sodio, carbonato de sodio, sulfato de sodio y cloruro de sodio que se da de manera natural en Egipto, principalmente en Wadi Natrun, a unos 64 kilómetros al noroeste de El Cairo. Tiene propiedades desecantes y desgrasantes y era el desecante preferido.
Cuando una persona moría, se llevaba a los embalsamadores, que ofrecían tres tipos de servicio. Según Heródoto: "La mejor clase, y la más cara, se dice que representa [a Osiris]; la siguiente clase es algo inferior y más barata, y la tercera es la más barata de todas" (Nardo, 110).
Los familiares del difunto tenían que elegir el servicio que querían, y su respuesta era sumamente importante, no solo para el difunto sino también para ellos mismos.
LAS PRÁCTICAS Y LOS RITOS FUNERARIOS SE TOMABAN TAN EN SERIO EN EL ANTIGUO EGIPTO DEBIDO A LA CREENCIA DE QUE LA MUERTE NO ERA EL FINAL DE LA VIDA.
Obviamente, el mejor servicio era el más caro, pero si la familia podía permitírselo y aun así no lo elegía, corrían el peligro de verse perseguidos por el espíritu.
La persona fallecida sabría que habían elegido un servicio más barato de lo que se merecía, y no podría progresar a la otra vida en paz. En vez de eso, volvería para arruinarles la vida a sus familiares hasta que rectificaran la ofensa.
En el servicio más caro, el cuerpo se tendía en una mesa y se lavaba. Los embalsamadores empezaban a trabajar por la cabeza:
"El cerebro se sacaba por las fosas nasales con un gancho de hierro, y lo que no se lograba alcanzar con el gancho se lavaba con químicos; después realizaban un corte en el costado con un cuchillo de pedernal y se extraía todo el contenido del abdomen. A continuación, la cavidad se lavaba a fondo y se limpiaba, primero con vino de palma y después con una infusión de especias molidas.
Una vez limpia, se rellenaba con mirra pura, casia y cualquier otra sustancia aromática, excepto incienso, y se volvía a coser.
Por último, el cuerpo se cubría con natrón y se dejaba reposar setenta días, nunca más tiempo.
Cuando pasaba este periodo el cuerpo se lavaba y se envolvía, de la cabeza a los pies, con tiras de lino untadas por la cara anterior con goma, que los egipcios usaban comúnmente en vez de pegamento. En estas condiciones es como se devolvía el cuerpo a la familia, que hacía construir una caja de madera, con forma humana, en la que ponían al difunto". (Ikram, 54, citando a Heródoto)
En el segundo tipo de enterramiento, el cuerpo recibía menos cuidados:
"No se hace ninguna incisión y no se sacan los intestinos, pero se inyecta aceite de cedro en el cuerpo con una jeringa a través del ano, que después se tapa para evitar que el líquido se salga. Después el cuerpo se cura en natrón durante el número recomendado de días, y en el último se drena el aceite. El efecto es tan potente que, cuando sale, saca las vísceras licuadas y, como la carne se ha disuelto en el natrón, no queda nada más que la piel y los huesos.
Tras este tratamiento, se devuelve a la familia sin más atenciones". (Ikram, 54, citando a Heródoto)
El tercer método de embalsamamiento, y el más barato, consistía sencillamente en "limpiar los intestinos y preservar el cuerpo en natrón durante 70 días" (Ikram, 54, citando a Heródoto).
Los órganos internos se extraían para ayudar a preservar el cuerpo, pero como creían que el difunto todavía iba a necesitarlos, las vísceras se colocaban en vasos canopes y se sellaban dentro de la tumba.
Tan solo el corazón se dejaba dentro del cuerpo, ya que creían que contenía el aspecto Ab del alma.
Ritos funerarios y enterramiento
Una vez se habían sacado los órganos y se había lavado el cuerpo, este se envolvía en lino, ya fuera el embalsamador, si los familiares habían elegido el trato más caro, y que también incluía amuletos mágicos y encantamientos de protección en las vendas, o la familia, y después se ponía en un sarcófago o un ataúd sencillo.
Las vendas se conocían como el "lino de ayer", porque en un principio los pobres le daban sus ropas viejas a los embalsamadores para envolver el cadáver con ellas. Esto hizo que, con el tiempo, cualquier tela de lino usada para el embalsamamiento, se conociera también con ese nombre.
El funeral era un asunto público en el que, si se lo podían permitir, se contrataban plañideras profesionales. Estas mujeres se conocían como "Milanos de Neftis" y animaban a la gente a expresar su dolor a través de sus propios lloros y lamentaciones.
Los bienes mortuorios, ya fueran ricos o pobres, se ponían en la tumba. Esto incluía muñecas shabti que, en la otra vida, se podían despertar mediante un hechizo, para llevar a cabo las tareas de la persona fallecida.
Las shabtis son indicadores importantes para los arqueólogos modernos, de la riqueza y el estatus de una persona enterrada en una tumba específica; cuantas más shabtis, más rico.
Además de las shabtis, también se enterraban otras cosas que creían que serían necesarias en la otra vida: peines, joyas, cerveza, pan, ropa, armas, algún objeto favorito y hasta las mascotas. Todo esto se le aparecería al alma en la otra vida, para que pudiera utilizarlo.
Antes de sellar la tumba, se llevaba a cabo un ritual que se consideraba vital para la continuación del viaje del alma: la ceremonia de la apertura de la boca. En este rito, un sacerdote invocaba a Isis y Neftis, que eran las que habían devuelto a Osiris a la vida, mientras tocaba a la momia con varios objetos (azuelas, cinceles, cuchillos) en varios puntos y ungía el cuerpo. Al hacerlo, le devolvía al difunto el uso de los oídos, los ojos, la boca y la nariz.
Bibliografia
Bunson, M. The Encyclopedia of Ancient Egypt. Gramercy Books, 1991.
David, R. Handbook to Life in Ancient Egypt. Oxford University Press, 2007.
Gibson, C. The Hidden Life of Ancient Egypt. Saraband, 2009.
Ikram,S. Death and Burial in Ancient Egypt. Longman, 2003.
Nardo, D. Living in Ancient Egypt. Thompson/Gale, 2004.
Strudwick, H. The Encyclopedia of Ancient Egypt. Metro Books, 2006.
Traducción: Rosa Baranda