Un día cualquiera

28.02.2024

Mi calle es fea, se mire por donde se mire. Más que calle, parece un callejón. Es una calle ruidosa, muy ruidosa, quizás porque en ella se encuentra el Mercado de Abastos. Un edificio de hormigón diseñado con un gusto pésimo. A lo largo de la calle, una hilera de arbolillos desmochados, intentan sobrevivir a duras penas.

Esta mañana me he levantado temprano, como de costumbre. Pero ya voy corriendo: las compras, los ensayos de teatro…Con estos pensamientos salgo de casa cuando escucho, a lo lejos, una voz conocida:

—¡Mercedeees!

Giro la cabeza y la veo a lo lejos: Alta, huesuda, con sus leggins, inconfundibles, de color fucsia. Como alma que lleva el diablo, aprieto el paso huyendo despavorida.

Un chico alto, de tez negruzca, se acerca a mí haciendo eses.

—¡Un eurito, un eurito!—me dice, machaconamente.

—¡No tengo nada! —le digo.

—¡Un eurito, un eurito...! —se dirige a otra señora.

De repente, una mano me sujeta del brazo. ¡Horror, mi compañera de gimnasio!

—¡Mira que estás en babia, hija...!

— ¡Es que tengo un despiste...! ¿Qué tal?

—Tú sabes.... ¡Qué hartita estoy de toó!

—Mujer, no será para tanto...

—¿Qué no? ¿Tú te crees que yo me merezco tanto desprecio?  ¡Con lo que yo hago, Dios mío!

Un sol de justicia cae a plomo sobre mi cabeza. Mientras ella habla y habla a una velocidad de vértigo. Ni respira. Mientras me apoyo en la pared, sólo acierto a decir: —¡Uf! Me estoy mareando….